Crimen justo

Crimen justo

"¿Estaría justificado un crimen atroz si fuera en aras de un bien mayor?". Esta es la cuestión central de debate que subyace al famoso Problema del Trolebús. Aún no existe una respuesta completamente ética y justificable a este dilema, pero también podemos encontrar inspiraciones en la literatura que se ocupa de esta temática. Fiódor Dostoievski dio su interpretación de este dilema en su famosa novela "Crimen y castigo" a través de la lente de un antiguo estudiante de Derecho actualmente en la indigencia llamado Raskólnikov.

Raskolnikov vivía en un minúsculo apartamento de San Petersburgo. Desamparado y empobrecido, finalmente decidió hacer algo para cambiar la situación de su vida. En una noche de tormenta, Raskolnikov entró en la casa de empeños que visitaba ocasionalmente. Se produjo un horrendo asesinato que dejó a la anciana y avara prestamista en un charco de su propia sangre. Raskolnikov racionalizó el crimen como "un pequeño sacrificio por un bien mayor". Desde su punto de vista, la prestamista le había estado explotando durante mucho tiempo y no estaba recibiendo el pago que merecía por empeñar sus preciados objetos. Raskolnikov se engañó a sí mismo pensando que estaba haciendo "un favor" a la sociedad por eliminar tal lacra en beneficio de todos. Eligió a esa persona en los caminos alternativos antes que a las cinco en el otro.

Sin embargo, en el fondo, Raskolnikov aún conservaba cierta simpatía por la muerte de otra vida humana. Como era su primer intento de asesinato, no era capaz de sofocar la lucha en su corazón entre su ideología de "servir al bien mayor" y su conciencia como ser humano. Las disputas estallaban constantemente en su cabeza hasta el punto de no poder tolerarlo más. Raskolnikov pensó en confesar a la policía, pero no tuvo el valor de hacerlo. El cambio se produjo cuando conoció a Sonya, una prostituta que conoció en una taberna, y entró en contacto con la religión. Encontró un lugar donde confesar sus pecados y aliviar el estrés que le atormentaba desde hacía días y noches. Su mentalidad cambió drásticamente tras el encuentro; se volvió empático y casi sentimental. La gota que colmó el vaso y consolidó su decisión de confesar ante la policía y dejar que la ley, su antigua guía en la vida, decidiera su destino fue el encuentro con Svidrigalov. Aunque era una completa amenaza para su vida y la de su hermana, sorprendentemente descubrió que Svidrigalov era capaz de mostrar generosidad y compasión en contadas ocasiones. Raskolnikov acabó confesando a la policía.

Aunque Dostoievski no dio una respuesta explícita sobre si el bien mayor pesa más que los derechos individuales, sí nos mostró las luchas interiores de una persona que tomó esa decisión. Quizá algún día se encuentre una respuesta. Quizá nunca haya una solución perfecta al dilema. La carga mental que uno tiene que soportar tras tomar una decisión es tremenda, pero no olvidemos que siempre hay compañeros en los que podemos confiar para tomar la decisión correcta.

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