Crítica de "Sly": El perfil de la carrera de Sylvester Stallone es más impactante de lo que uno espera.
Durante décadas, cuando he visto a Sylvester Stallone en programas de entrevistas o he escuchado fragmentos de entrevistas promocionales suyas, mi impresión, sin meditarlo mucho, ha sido que es un tipo con una cierta inteligencia nativa y carismática. Sin embargo, "Sly", el contagioso y fascinante retrato de Stallone y sus películas que se ha estrenado hoy en el Festival de Cine de Toronto, se construye en torno a una entrevista con Stallone realizada en su espléndida mansión de estilo mediterráneo decorada con obras de arte en Beverly Hills (desde entonces la ha vendido a Adele). Y a lo largo de la película, Stallone se expresa con tanta calma pero a la vez con tanta claridad, es tan sincero sobre el proceso de creación de una película y sus puntos fuertes (y débiles) como actor, tan sabio sobre el significado de su propio estrellato, que me di cuenta, con un poco de vergüenza, de un prejuicio que he estado arrastrando durante 47 años. En lo más profundo de mi cerebro de reptil, creo que Sylvester Stallone es Rocky.
Creo que mucha gente lo hace. A primera vista, puede que no parezca un juicio erróneo tan chillón. Todos caemos en la trampa de "creer" que ciertos actores son los personajes que interpretan. Pensamos en Humphrey Bogart y nos lo imaginamos como... Bogart. Sean Connery fue imborrable como James Bond porque realmente parecía él James Bond. Dicho esto, vivimos en una época de sobreexposición mediática en la que un actor como Stallone ha tenido todo tipo de oportunidades para demostrar que no es Rocky Balboa. Su otro papel icónico, el del veterano kamikaze de Vietnam John Rambo, difícilmente podría haber sido más diferente.
Al ver "Sly", me di cuenta de que Rocky estaba completamente ligado a Stallone, y Stallone a Rocky. Me encanta la "Rocky" original (¿a quién no?), pero siempre la he considerado una "inocente" mezcla de Brando y Capra: un éxito de público que no era necesariamente una obra de arte. Ganó el Oscar a la mejor película, y siempre ha estado en marcado contraste con tres de las otras películas de 1976 a las que se enfrentaba: "Taxi Driver", "Todos los hombres del presidente" y "Network". "Rocky" era un truco de magia pulp neo-Old Hollywood manipulador y congraciador.
Sylvester Stallone vuelve a arremeter contra el productor por el spinoff de 'Drago'
Liam Hemsworth acompañará a Sylvester Stallone en "Los Mercenarios 2"
Pero ahora me doy cuenta de que en el fondo de esa valoración instintiva había un fallo, por mi parte, al no ver cuánto arte, cuánto, había en la creación de Rocky como personaje.
Muchos actores tienen una historia triste o una historia de la escuela de los duros golpes. Pero la de Stallone, tal y como la cuenta en "Sly", sobresale del resto. Creció con un duro padre italiano que no dudaba en pegarle, que no le daba tregua y que, en pocas palabras, le odiaba. Y lo que es sorprendente y conmovedor es que Stallone, a sus 77 años, nunca lo ha superado; todavía le escuece. Ese padre se convirtió en la capa inferior de Rocky Balboa: el hecho de que Rocky trabajara para un usurero y se ganara la vida rompiendo brazos a la gente.
Stallone, nacido en 1946, creció en Hell's Kitchen, cuando realmente era Hell's Kitchen, y empezó a actuar en la universidad, llegando a Hollywood sin dinero pero con grandes planes. En Nueva York, había hecho teatro, porno softcore (que el documental nunca menciona) y había sido contratado para pequeños papeles de matón. Quentin Tarantino, entrevistado en "Sly", ofrece un testimonio ferviente y perspicaz de la mística de Stallone, sobre todo cuando delira con una escena de "Los señores de Flatbush" (1974), la fábula de los greasers de los años 50 que dio a Stallone un papel secundario junto a Henry Winkler.
Pero aunque ahora es axiomático que Stallone era una estrella nata, la industria no pensaba en él de esa manera; pensaba que su aspecto era todo un error. Los ojos de Spaniel borracho que parecían sacados de un Paul McCartney maltratador, la mueca de desprecio que, según Stallone, se debía a los nervios paralizados por los daños que sufrió durante su nacimiento en un centro comunitario, esa voz pastosa... era un poco raro. Por eso escribió "Rocky". Creó para sí mismo el papel que el Hollywood de la época se negaba a interpretar.
La historia mítica es que Stallone escribió "Rocky" en dos días y medio. Sí, pero había pasado varios años escribiendo guiones, yendo al cine y grabando los diálogos y volviendo a casa y estudiándolos, completando sus propios diálogos, para poder ver cómo se montaba una película; se convirtió en su propio Robert McKee. Y ese trabajo de dos días y medio fue el primer borrador. Siguió reescribiendo "Rocky", y aunque la película bebía de muchas fuentes -era "On the Waterfront", era "Somebody Up There
Insistió en protagonizar la película, jugando al gallito con el estudio al negarse a vender el guión por 350.000 dólares a menos que pudiera interpretar también a Rocky. Ganó, por supuesto. Y en retrospectiva, fue la forma gruñona y atrofiada en que interpretó a Rocky lo que resultó tan indeleble, tan auténtico... y tan creado. Stallone, como deja claro "Sly", es un hablador abundante. Su creación de Rocky, el vagabundo inarticulado que sólo sabe luchar, pero que tiene un alma bondadosa, fue un acto de poesía del cine convencional. Por eso parece tan él mismo en el papel.
"Sly", un viaje a través de la carrera de Stallone para los amantes del cine, muestra cómo siguió forjando su imagen en la pantalla y cómo creó gran parte de nuestra cultura del éxito de taquilla. Su estrella atravesó aguas turbulentas después de "Rocky". Interpretó a un personaje calcado de Jimmy Hoffa en el fracaso épico de 1978 "F.I.S.T.", donde, en retrospectiva, fue martirizado por el debut de un guionista de Hollywood infinitamente inferior a él; ése sería Joe Eszterhas. Ese mismo año, Stallone dirigió y protagonizó "Paradise Alley", que era como "Rocky" reducido a un trozo de caramelo de maíz.
Pero entonces, contra las cuerdas, hizo algo audaz. Hizo "Rocky II" (1979), dirigiéndola él mismo, y de un plumazo inventó la cultura de la franquicia. Obviamente, ya había habido secuelas antes ("Tiburón II", ¿alguien?). Sin embargo, nadie pretendía que sirvieran para mucho más que para hacer caja. Al coger un personaje tan querido, tan oscarizado, tan instantáneamente c como Rocky y decir: "Eh, ¿os gustó una vez? Hagámoslo otra vez. Porque, ¿por qué no?", Stallone reescribió por sí solo las reglas del amor por las películas taquilleras.
Y como "Rocky II" estaba destinada a parecer un pálido eco de "Rocky", como así fue, Stallone completó la reinvención con "Rocky III", esbozando la última Gran Regla de la cultura de la franquicia. A saber: Ir a lo grande. Ponerle esteroides a la secuela. Era una idea exagerada de hacer cine, pero el poder de "Rocky III" reside en que el compromiso de Stallone brilló a través del exceso. Fue idea suya contratar a Mr. T (y utilizar "Eye of the Tiger"), y cuando llegaron a "Rocky IV", una escena de lucha con Dolph Lundgren llevó a Stallone al hospital durante nueve días. Pero para entonces ya había reimaginado Hollywood.
Thom Zimny, el director de "Sly", ha realizado sobre todo películas y vídeos sobre músicos (como Bruce Springsteen), y enmarca a Sylvester Stallone como otra personalidad de culto. Hablando a la cámara, Stallone cuenta grandes historias, y hace irresistible su propio viaje.
Se reimaginó a sí mismo con "First Blood" (1982), cincelando una vez más la película a su propia imagen. La idea original de John Rambo es que era un guerrero psicótico. Stallone lo hizo simpático, insistiendo en un final más triunfal de lo que se había escrito. Hoy en día, esa ideología contraria a un final más apoteósico suena pro forma y corrupta, el tipo de cosas que Robert Altman criticó en "El jugador", pero la cuestión es que Stallone dio la vuelta a la cultura. Después de todo, ¿qué era "Rocky" (una película de los 70 en la que Rocky pierde la gran pelea pero parece que ha ganado), sino el primer acto de reaganismo? Fueron las raíces inconscientes del Morning in America, la revolución contra la revolución. No estoy diciendo que "Rocky" fuera en modo alguno una película políticamente conservadora, sino que era culturalmente tradicional de un modo que mostraba a la gente que ansiaba un nuevo (viejo) camino.
"Sly" se divierte trazando las trayectorias paralelas, y la rivalidad, de Stallone y Arnold Schwarzenegger en los años 80. Ambos se criticaban mutuamente y se entrenaban para ver quién podía presumir de un físico de cómic más perfecto. Ambos se reñían y entrenaban para ver quién tenía el físico más perfecto de los cómics. Pero como Arnold (entrevistado aquí) atestigua, al final se hicieron grandes amigos. La película es reveladora sobre cómo el fetichismo por el cuerpo hercúleo de películas como "Rambo: First Blood Part Two" funcionaba a la par que la acción. Uno podía creer en las hazañas que estaba viendo. Sly" narra el intento de Stallone de reinventarse como actor serio en "Copilandia", una transformación que no le salió del todo bien, aunque Stallone cuenta una buena anécdota sobre cómo provocó a un Robert De Niro excesivamente apagado, en el papel de su jefe de policía, para que se pusiera en plan Bobby D.
Puede que en esta crítica parezca que le estoy dando demasiada cancha a un montón de películas sobre las que tuve sentimientos encontrados en su momento. De hecho, siempre he sido fan de "Rambo", que me pareció infravalorada por su política de derechas. (No es que me gustara la política; la odiaba. Es que no creía que la política hiciera que la acción de la película fuera menos brutalmente emocionante). Pero lo que me entretuvo de "Sly", y lo que valoré de ella, es que Stallone, con la ágil franqueza de sus explicaciones de por qué hizo todo lo que hizo, nos adentra en cómo ha funcionado el Hollywood dominante. El documental nos muestra que las películas de Stallone, se juzgue como se juzgue cualquiera de ellas, eran, incluso cuando surgieron de (y en cierto modo construyeron) la fábrica de sueños de la era del blockbuster. En ellas volcó su rabia y su gloria. En la era de Netflix y Marvel, puedes verlas y casi pensar: "Ya no las hacen como antes".