Refugios en Afganistán: ¿ayudar o privar?
Refugios en Afganistán: ¿ayudar o privar?
La violencia contra las mujeres y las niñas se considera una de las violaciones de los derechos humanos más sistemáticas y generalizadas. En países como México, Qatar, Pakistán y Afganistán, alrededor de 736 millones de mujeres han sido víctimas de violencia física o sexual al menos una vez. Este problema es grave en Afganistán, donde el trasfondo cultural del país permite la violencia contra las mujeres. Según un estudio, el 87% de las mujeres afganas sufre al menos una forma de violencia doméstica (física, sexual o psicológica), y el 62% sufre múltiples formas de violencia. Antes de la década de 1970, las mujeres afganas habían conseguido un éxito limitado en la lucha por sus derechos, gracias a la abolición del purdah (separación por sexos) en los años 50 y a una nueva constitución que permitía la participación política de las mujeres. Sin embargo, cuando los talibanes accedieron al poder en la década de 1990, los burkas de cuerpo entero sustituyeron a las minifaldas, y resurgieron los abusos contra las mujeres. Aunque el gobierno talibán terminó pronto, en 2001, la violencia contra las mujeres no cesó. En 2021, los talibanes recuperaron el poder en Afganistán e iniciaron una nueva ronda de represión contra las mujeres. La grave situación afecta a todas las mujeres que viven en Afganistán, cuyos gritos deben ser escuchados por todos.
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Como en muchas otras regiones con creencias islámicas fundamentalistas, en Afganistán existe un terrorismo patriarcal muy arraigado, que apoya la ideología de que los hombres son dueños de sus mujeres. Ese sentimiento de propiedad da a los hombres el poder y el ímpetu para reclamar su control y dominación sobre las mujeres. La violencia doméstica es un recurso habitual para mantener a las mujeres en la subordinación. En Afganistán, la violación conyugal y el estupro no se consideran delitos, lo que permite que se cometan abusos sexuales contra las mujeres en nombre de la legalidad. Además, en esta cultura extremadamente patriarcal, cualquier acto de desobediencia, como resistirse o escapar por parte de las mujeres, se percibe como un "delito contra la moral" y una traición a la familia que merece el castigo de los maridos. Además, al recuperar el poder, el gobierno talibán introdujo muchas normas y políticas restrictivas para las mujeres que menoscaban aún más sus derechos, como bloquear el acceso de las mujeres al empleo y la educación y prohibir las protestas de las activistas por los derechos de las mujeres. Estas normas y políticas que restringen los derechos de las mujeres y obstaculizan su camino hacia la independencia dificultan aún más que busquen ayuda de fuentes oficiales, manteniéndolas así atrapadas en la violencia doméstica. Las mujeres de Afganistán, que sufren una grave violencia doméstica y carecen de medios para resistirse u obtener ayuda de los gobiernos, necesitan desesperadamente refugios de protección para mantenerse alejadas del entorno abusivo
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¿Cómo pueden ayudar los refugios?
En Afganistán, los refugios protegen a las mujeres que han sufrido abusos físicos, sexuales o mentales. En estos refugios se proporciona a las mujeres diversos tipos de apoyo en materia de alojamiento, información, asesoramiento y servicios de salud mental, independientemente de su origen, residencia o situación económica. Una vez que las mujeres escapan de su entorno abusivo, pueden reclamar su seguridad personal. Además, el gobierno exigió recientemente que los refugios cumplieran unas normas mínimas de alimentación y calefacción, garantizando así el nivel de vida de las desplazadas internas. La normativa también exigía que los refugios ofrecieran servicios de educación y alfabetización, garantizando el desarrollo de estas mujeres. Aunque en el refugio se satisfacen las necesidades básicas de las mujeres, la raíz de su tragedia sigue sin solución. Las mujeres que viven en el refugio están temporalmente a salvo, ya que están lejos de sus maltratadores, pero el refugio no es una solución permanente. Además, los refugios pueden no ser sostenibles, ya que dependen en gran medida de la financiación externa. Desde 2004, Asistencia Humanitaria para las Mujeres y los Niños de Afganistán (HAWCA, por sus siglas en inglés), una organización apoyada por la ONU, ha proporcionado apoyo financiero a los refugios de Afganistán. Sin embargo, en 2017, HAWCA lanzó un llamamiento de emergencia de financiación porque Naciones Unidas podría retirar su apoyo. Cuando la menguante financiación acabe desapareciendo, las desplazadas internas tendrán que empezar una vida de vagabundas o volver con sus familias maltratadoras.
Deprivation Creeps In
También surgen problemas en los refugios. Aunque el refugio pudo acabar con la violencia doméstica, la violencia contra las mujeres sigue existiendo. En los refugios mixtos prevalece la violencia de género. En cuanto a los agresores masculinos, la violencia de género puede desencadenarse por angustia psicológica, por lo que la violencia es una forma habitual para esos hombres de reducir sus sentimientos de impotencia. Además, la falta de financiación hace que no haya trabajadores de seguridad, normativas pertinentes ni organizaciones externas que ayuden a los refugiados, lo que contribuye a la violencia contra las mujeres. Además, al encontrarse en una cultura obsesionada con la virginidad y bajo la amenaza de que los agresores vivan en el mismo entorno, a las mujeres les resulta menos deseable denunciar este tipo de violencia, permitiendo inadvertidamente que continúen los comportamientos abusivos. En 2011, el gobierno afgano se hizo cargo de todos los refugios existentes. En apariencia, establecieron normas más estrictas y mejores reglamentos para los refugios, ya que su supuesta intención era proteger a los desplazados internos e impulsar el desarrollo de refugios. En lugar de ello, aplican normas abusivas a las mujeres, como las humillantes y sin sentido "pruebas de virginidad". Peor aún, la verdadera agenda puede ser el cierre total de los refugios. El gobierno está cada vez más dominado por conservadores de línea dura que son hostiles a la idea de los refugios porque éstos dan a las mujeres cierta autonomía en esta cultura patriarcal. Ahora, el gobierno talibán ha cerrado casi todos los refugios para mujeres en Afganistán, dejando a las mujeres en una situación de total indefensión.
Si el refugio no es el mejor camino, ¿entonces qué?
Los refugios se crean con buenas intenciones, pero acaban causando aún más sufrimiento a las mujeres debido a la actitud cultural y social heredada hacia los refugios. Sin embargo, merece la pena destacar la alternativa que propone el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). ACNUR insta a establecer una comunidad que permita a las personas sin hogar vivir legal y pacíficamente. En una comunidad así, las personas sin hogar pueden ejercer sus derechos y buscar la libertad sin limitaciones culturales ni acoso. Por desgracia, los derechos de las mujeres en este tipo de comunidades siguen dependiendo de muchos factores, como fuentes de financiación sostenibles y fiables y preparativos de seguridad contra posibles actos de violencia. Por otra parte, los donantes de una comunidad de este tipo deben resistir la presión política, prometer compromisos concretos de protección de los derechos de la mujer y garantizar que se cumpla plenamente la obligación de los talibanes de garantizar la igualdad de género.
Además, un sistema de seguridad adecuado podría evitar más violencia de género. También deberían establecerse políticas y leyes pertinentes para este tipo de violencia. Por otra parte, dado que la violencia de género se produce en refugios en los que hay presencia masculina, los refugios sólo para mujeres pueden ser una alternativa adecuada. En ese caso, las mujeres pueden convivir pacíficamente sin sufrir posibles abusos o violencia por parte de los varones. Sin embargo, que esta solución sea práctica depende de si el gobierno apoya los refugios sólo para mujeres y de si se dispone de financiación suficiente y continua. Aunque la aparición de refugios y las mejoras y políticas relacionadas con ellos podrían proteger eficazmente los derechos de las mujeres hasta cierto punto, sólo podrían curar el síntoma, no la enfermedad. Sólo cuando se erradiquen la ideología cultural arraigada y los prejuicios contra la mujer podrán todas las mujeres de Afganistán vivir una vida respetuosa y pacífica en sus hogares.