Una reflexión sobre el simulacro de juicio
Este otoño, competí en mi primer concurso de juicios simulados, y fue toda una experiencia de aprendizaje. Desde que entré en mi primera sala de juicios en las regionales temblando de nervios, hasta que salí con confianza del estado con un sexto puesto, crecí como abogado y como persona. He adquirido un conocimiento más profundo de la propia competición, de mí misma y del trabajo con los demás. Me adentré en el proceso con los ojos muy abiertos y una excitación nerviosa, pero salí de él con una gran cantidad de nuevos amigos, una sensación de confianza y mucho que reflexionar.
Preparando el escenario
Antes de entrar en mis reflexiones sobre los simulacros de juicios, permítanme que les ponga en antecedentes. Formé un equipo de ocho chicas, todas las cuales nunca habían participado en ningún tipo de competición judicial, incluida yo misma. Cuando recibimos nuestro caso, teníamos un mes para preparar la competición regional. Nuestro asesor nos advirtió de que todavía había mucho que aprender sobre los simulacros de juicios, y sus palabras resultaron ser ciertas. En un mes, tuvimos que crear un argumento para ambas partes del caso, memorizar el caso y aprender todos los procedimientos del tribunal. Fue mucho, pero lo terminamos a tiempo para la competición.
Después de superar tres pruebas en las regionales, quedamos inesperadamente en quinto lugar, lo que nos permitió pasar a la competición estatal. Para esta segunda ronda, el caso recibió algunas alteraciones menores, y tuvimos dos semanas para revisar nuestros argumentos para tener en cuenta esos cambios. En la competición estatal tuvimos cuatro pruebas y quedamos en sexto lugar. No está mal para un equipo novato, si me permiten decirlo. Ahora que he proporcionado un poco de información de fondo, pasemos a mi reflexión sobre la experiencia.
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El primer año: Una reflexión
Fue estresante.
En primer lugar, creo que debo reconocer el elefante en la habitación: fue una experiencia estresante. No es correcto alabar todos los aspectos positivos de la competición sin abordar los negativos. Esta última temporada de simulacros de juicios fue la primera vez que participé en una competición presencial, y rápidamente aprendí que requiere mucha preparación. Había un montón de reglas que seguir y preguntas que memorizar, y por no mencionar que teníamos que enfrentarnos a la desalentadora idea de enfrentarnos a equipos fuertes que habían competido durante años.
Fue estresante. Me sentí abrumada por todo el trabajo de simulacro de juicio combinado con mi trabajo escolar normal, y me agoté. Cuando mi equipo se enteró de que habíamos llegado a la final, no compartí la emoción con mis compañeros. Temía tener que volver a pasar por todo el proceso. Desde revisar mis argumentos hasta volver a memorizarlos y competir con ellos de nuevo, me daba tanto miedo que consideré abandonar. Sin embargo, sabía que mis compañeros de equipo contaban conmigo, y sabía que tenía que hacerlo por mí misma. Así que me puse los pantalones de niña grande y seguí adelante, y me alegro mucho de haberlo hecho.
Hice nuevos amigos y encontré una comunidad de personas que comparten mis intereses.
Como decidí seguir adelante, pude disfrutar plenamente de todos los beneficios que se desprenden de la experiencia, como los nuevos amigos que gané en el camino. Cuando mi equipo se formó por primera vez, no estábamos todos muy unidos. Sin embargo, después de reunirnos durante horas todos los domingos y de estrechar lazos por el estrés que compartíamos, formamos una estrecha amistad que apreciaré para siempre.
Además, pude hacer amigos de otras escuelas y de diferentes grados. Al competir en algo como el simulacro de juicio, pude conocer a personas que compartían mis intereses. Por ello, siempre me gustaba hablar con nuestros oponentes antes y después de cada juicio. Me sentí parte de una comunidad más amplia de estudiantes, a los que les apasionaba el gobierno y el derecho. Aprecié mucho ese sentimiento de pertenencia porque todos fueron muy amables y me apoyaron, y me dieron más ganas de volver a competir el año que viene.
Me volví más abierto a probar cosas nuevas.
En segundo lugar, gané confianza para probar cosas nuevas. Como mencioné antes, antes de este otoño nunca había participado en ninguna forma estricta de competencia, y mucho menos en algo como un simulacro de juicio. No soy alguien que esté siempre dispuesto a salir de mi zona de confort. Sin embargo, al comenzar este año escolar sabía que quería esforzarme por probar esta nueva actividad. Al hacerlo, me he vuelto más abierta a probar otras actividades y a salir de mi zona de confort. Esta elección marcó un emocionante punto de inflexión en mi vida.
Me sentí con poder.
No puedo mentir, ponerme un traje de pantalón y zapatos de tacón para interrogar a un testigo me dio mucha confianza. Me hizo sentir profesional, aunque intimidante, y disfruté de poder ponerme de pie y decir: "Objeción, Su Señoría, prueba de carácter impropia". Además, me encantó formar parte de un equipo de chicas, sobre todo porque la abogacía es una profesión dominada por los hombres. Competimos contra un equipo de hombres en nuestro primer juicio en las regionales. Nos sentimos intimidadas cuando los vimos entrar en la sala, pero después del juicio supimos que habíamos ganado. Esa prueba fue una oportunidad increíble para romper un estereotipo de género. Nos sentimos fortalecidas al saber que habíamos triunfado.
En general, me alegro de haber decidido salir de mi zona de confort al unirme a los simulacros de juicios. Sí, hubo algunos momentos estresantes, pero al final los aspectos positivos superaron a los negativos. Salí del estado sintiéndome fortalecida, confiando más en mis habilidades y sintiéndome segura de que todo el trabajo duro de mi equipo había valido la pena. Estoy deseando que llegue la próxima oportunidad de ponerme el traje de chaqueta.
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