La representación trans en la pantalla no nos liberará por sí sola
En este ensayo especial sobre el Orgullo, la galardonada periodista, comisaria social y autora Tre'vell Anderson sostiene que la representación y la visibilidad transgénero en la televisión y el cine -aunque tienen un impacto inmenso y positivo para la comunidad trans- es sólo un punto de partida para la liberación; este ensayo amplía el libro de Anderson We See Each Other: A Black, Trans Journey Through TV and Film.
En Hollywood y otras partes del mundo se escucha confrecuencia el estribillo de la importancia de la representación: no se puede ser lo que no se ve. Este mantra pretende impulsar a la industria a abrazar la diversidad y la inclusión para que personas de distintos orígenes puedan verse a sí mismas en pantallas grandes y pequeñas y sentirse parte de la sociedad de forma significativa. Pero la idea de que no podemos ser lo que no podemos ver no es cierta.
La realidad es que para muchos de nosotros -especialmente los negros y los trans o de género expansivo- existimos y somos a pesar de no haber visto muchos ejemplos de quiénes y cómo podríamos ser. Desde las profundidades de nuestra imaginación, hemos creado vidas y existencias que no sabíamos que eran posibles, y a menudo sin un modelo del cine y la televisión (o de la comunidad, en realidad).
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Pero la necesidad de representación en la pantalla no es menos importante, porque hayamos encontrado un camino o lo hayamos hecho, como hicieron nuestros transcestores antes que nosotros; de hecho, quizá sea más vital por las posibilidades no realizadas para las personas negras trans y no binarias como resultado.
El mes pasado publiqué mi primer libro, titulado We See Each Other: A Black, Trans Journey Through TV and Film. El libro, culminación de casi una década de reportajes sobre la diversidad en Hollywood, es en parte historia de las imágenes trans en la pantalla y en parte memorias. En él escribo sobre mi propio viaje hacia la mala leche no binaria, junto con las personas y los personajes que allanaron el camino para que la revista Time afirmara en 2014 que existía un "punto de inflexión transgénero", y los que han aparecido desde entonces.
Tre'vell AndersonAl escribirlo, y producir y presentar una serie limitada de podcasts basados en mi libro, We See Each Other: The Podcast, con la también periodista Shar Jossell, he pensado mucho en mi yo más joven. En ese niño negro de Charleston, Carolina del Sur, que ya a los cuatro años sabía que era "diferente", pero que no tendría el lenguaje para expresarse mejor hasta décadas después. Sobre ese niño que prestaba demasiada atención a cómo su abuela se ponía las medias o cómo se aplicaba delicadamente el delineador de ojos y el pintalabios, sin saber las lecciones que estaba aprendiendo. He pensado en ese transgresor de género en ciernes que quedó impresionado por el asombro y la posibilidad de presenciar a Isis King en America's Next Top Model o a Leiomy Maldonado en America's Best Dance Crew. Y al hacerlo, me he dado cuenta de que soy una prueba de la importancia de la representación y de cómo puede mejorar la vida de una persona.
Pero la visibilidad de las personas trans, especialmente de las negras, morenas y mujeres, es una paradoja. Aunque ver a las personas trans y no binarias en los medios de comunicación y la cultura nos permite ver partes de nosotros mismos -desde Pose y The L Word: Generation Q y Tangerine, hasta las alfombras rojas y las portadas de revistas y las campañas de moda- nuestra gloriosa presencia también nos ha convertido en objetivos. Somos lo más visibles que hemos sido nunca como comunidad, y también lo más vulnerables. Según Trans Legislation Tracker, una web que documenta el estado de los derechos legales de las personas trans en Estados Unidos, 2023 es ya el cuarto año consecutivo en el que se bate el récord de legislación antitrans. Sólo este año se han presentado más de 550 proyectos de ley antitrans en 49 de las 50 legislaturas estatales. Se han aprobado más de 80 de esos proyectos de ley, que prohíben o restringen la asistencia sanitaria, la participación en equipos deportivos, el uso de los cuartos de baño, etc. que afirman el género (y que salvan vidas, según todas las asociaciones médicas importantes).
Dominique Jackson en POSE temporada 1, 2018
Cortesía de Everett CollectionTambién hay que tener en cuenta la presión y las limitaciones que la visibilidad impone a la gente. Me acuerdo de una entrevista que le hice al actor Chaz Bono, hijo de Sonny y Cher, en 2015. Esto fue cuatro años después de que su transición fuera relatada en el documental nominado al Emmy Becoming Chaz y después de que compitiera en la 13ª temporada de Dancing With The Stars, lo que le convirtió en el primer hombre abiertamente trans en un importante programa de televisión por algo no relacionado con ser trans. Como escribo en mi libro, me sorprendió lo imperturbable que era Bono por su labor pionera en favor de las personas trans y transmasculinas, por no hablar del resto de la comunidad LGBTQ+.
"Soy un tipo que intenta ganarse la vida como actor igual que otros miles", me dijo antes de añadir: "La gente tiene una idea muy fija de mí y de quién soy".
Bono describió entonces cómo esa idea fija, invariablemente el resultado de haber sido un hombre trans visible y salido del armario años antes -y el hijo de un icono-, le dificultó tener la carrera que deseaba. Le dificultó que le vieran para papeles y le obligó, como a tantos otros creativos trans, a producir sólo para poder trabajar. Abrir camino había creado una realidad limitante para él y para los que seguían sus pasos.
Este subproducto de la visibilidad es especialmente limitante para las personas trans, negras y morenas, femeninas y no, famosas y no tanto, que no tienen el tipo de vida que tuvo Bono.
Chaz Bono en 2021
Getty ImagesEn la introducción de Trap Door: Trans Cultural Production and the Politics of Visibility, los editores Tourmaline, Eric A. Stanley y Johanna Burton escriben sobre "la trampa de lo visual: ofrece -o, para ser más exactos, a menudo se nos ofrece como- la vía principal a través de la cual las personas trans pueden tener acceso a vidas habitables". Pero dicha representación no suele traducirse en mejores realidades materiales para las personas trans que no aparecen en nuestras pantallas, sino en nuestros barrios.
La visibilidad por sí sola no mantiene ni ha mantenido a salvo a las chicas. No ha conseguido ni consigue que los chicos reciban una atención sanitaria transcompetente y afirmativa. Por sí sola, no ha puesto ni pone un techo sobre las cabezas de los enbys, aunque a algunos nos ayude a aguantar un poco más, a soñar lo imposible y a vivir en voz alta. Como la joven trans negra de Mobile, Alabama, que se reafirma al ver a Yasmin Finney en Heartstopper, de Netflix, o la mujer no binaria de Cleveland, Ohio, que aprende que también puede tener amor, como el tío Clifford de Nico Annan en la serie P-Valley, ganadora del premio Peabody.
Esa representación es importante, pero nuestras posibilidades nunca han estado limitadas por cómo nos retrata Hollywood. En última instancia, tenemos que soñar más allá de lo que existe -en la legislación, en la televisión, en nuestra realidad material- y cuidarnos unos a otros por el camino.