Los tatuajes "espeluznantes" son algo más que una tradición de Viernes 13 para algunos
En las últimas décadas, los tatuajes se han convertido en un pilar de la cultura pop. Mientras los salones de todo el mundo se preparan para celebrar el Viernes 13 con flashes en abundancia, nuestro paquete Pop-ink examina cómo estas marcas en la piel han evolucionado más allá de sus raíces tradicionales: de los fandoms a la familia. En este reportaje, la escritora Skyli Alvarez explora el significado de los tatuajes "espeluznantes" más allá de los flashes del Viernes 13 y cómo, para algunos, su tinta es más profunda de lo que se podría pensar.
Los tatuajes se sitúan en el espacio entre la memoria y la presencia, ya que tanto la obra final como el propio proceso de su realización son modos de narración. El primero ha vinculado a los receptores a identidades más amplias -marineros, entusiastas del viernes 13, coleccionistas de arte corporal único-, mientras que el segundo ha mantenido vivas estas tradiciones. Aunque la relación de cada uno con su tinta evoluciona con la edad, su significado perdura y es mucho más profundo que la piel. Tanto si uno elige un diseño original de su artista como un clásico repetido de la vieja escuela, los lazos culturales y ancestrales de los destellos del Viernes 13 son profundamente penetrantes tanto para los tatuadores como para los tatuados, especialmente este mes, que coincide con el Mes de la Herencia Latina.
Para González, los tatuajes son casi talismán, y esta forma de arte se ha convertido en un recipiente a través del cual fusiona historias personales, familiares y culturales. Actualmente afincado en Los Ángeles, pero nacido y criado en Ciudad de México, el artista se inspira en gran medida en los primeros recuerdos de su ciudad natal y de su propia latinidad. Considera su obra "neobarroca mexicana", que mezcla conceptualmente "temas religiosos y ornamentación exagerada" con "imaginería popular y arte folclórico". Al abstraer la imaginería católica y cristiana con la de la Mesoamérica indígena, recuerda la compleja historia de sincretismo de su propio país.
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A través del tatuaje, González evoca la Ciudad de México de su juventud: Oyendo a los bailarines que practicaban sus rutinas de actuación junto a su casa, yendo y viniendo de la iglesia y el tianguis, y viendo la iconografía de la Santa Muerte y las ofrendas del Día de los Muertos. González honra el pasado de su familia, eternizando lo que fue a través de su arte. A su vez, los objetos efímeros que colecciona y crea le sirven como recuerdos visuales. Para él, el colorido de los puestos del mercado, las señales de tráfico, los murales y el eclecticismo de esta época del año se hacen eco del folclore del país, que se ha traído consigo a California.
Para preparar su evento de tatuajes flash del viernes 13 de este mes, González ha creado recientemente una hoja de flash que recuerda la imaginería familiar del Día de los Muertos con la que creció, desde esqueletos estilizados a motivos florales con telarañas. Se basan en los grabados de calavera y catrina de principios del siglo XX del grabador mexicano José Guadalupe Posadas, conocido sobre todo por su xilografía La Calavera Catrina, una imagen omnipresente de la festividad y de la identidad mexicana moderna en general.
Calavera de la Catrina, de la carpeta 36 Grabados: José Guadalupe Posada, publicado por Arsacio Vanegas, Ciudad de México, c. 1910, aguafuerte de zinc, 34,5 x 23 cm.Creative Commons Public Domain ImageCreada en 1910, la caricatura de Posadas se entiende que fue originalmente una respuesta satírica a las élites mexicanas que se suscribían a las tendencias de la moda europea. Sin embargo, tras su muerte, se malinterpretó como una caricatura de las mujeres mexicanas de clase trabajadora que hacían lo mismo. Desde entonces se ha recontextualizado como emblema de la identidad nacional a través de artistas como Diego Rivera y movimientos como el muralismo mexicano, convirtiéndose en recordatorio de un inevitable destino compartido a pesar de la riqueza material y las posesiones terrenales.
Mucho más elaborado que los tatuajes "terroríficos" o "espeluznantes" que se suelen ver de esqueletos, este símbolo recuerda las antiguas creencias mesoamericanas sobre la naturaleza cíclica de la vida y la muerte. González admira desde hace tiempo las ilustraciones de Posadas y ha realizado innumerables tatuajes inspirados en ellas a lo largo de su carrera. En el ámbito de los tatuajes flash y más allá, "sus Catrinas son símbolos icónicos, y año tras año, sus imágenes se utilizan como parte de [nuestra] tradición cultural", afirma.
Priego creció rodeada de naturaleza y religiosidad, por lo que gran parte de su obra se centra en temas espirituales, naturales y mitológicos. Priego utiliza el tatuaje como medio para investigar estos temas y encontrar un punto de apoyo en su cuerpo.
Tanto González como Priego se inspiran no sólo en el paisaje de su país, sino también en quienes lo habitan. "La escena del tatuaje en México es realmente especial, al igual que en el resto de Latinoamérica", afirma Priego. Para ella, los estudios de México son ricos en una amalgama de ideas e historias contadas por tatuadores locales, clientes del extranjero y artistas invitados que viajan. "Desde la música hasta la comida y la forma en que interactúan entre ellos", su herencia mexicana, su entorno y sus compañeros creativos influyen en sus obras "de muchas maneras". González también debe gran parte de sus intereses artísticos a su círculo cercano de familiares y amigos, que le animaron a dedicarse al tatuaje al principio de su carrera.
Para otros tatuadores latinos, la inspiración artística y la familia son la misma cosa. El padre de la artista Alondra Arena lleva tatuando tanto tiempo como ella ha vivido, y recuerda haber asistido con él a convenciones de tatuajes durante su juventud. Al terminar el instituto, mientras sopesaba posibles carreras profesionales, empezó a tatuar sobre piel falsa y desde entonces se ha sumergido en esta práctica.
"Más o menos desde que era un bebé, siempre supe que iba a ser tatuadora y a seguir los pasos de mi padre", dice Arena, que nació en México y se trasladó a Estados Unidos a los ocho meses. Aunque está a punto de abrir su propia tienda de tatuajes, actualmente trabaja en Mayan Ink Tattoo, la tienda de su padre. Arena explica cómo el nombre de la tienda le recuerda sus raíces y honra a sus antepasados, que probablemente utilizaban los tatuajes y las modificaciones corporales como indicaciones de devoción espiritual.
La mayor parte de los trabajos de Arena se centran en elementos naturales, como las flores de nacimiento de los clientes o las de recuerdo de sus seres queridos, que es lo que más le gusta transformar "en algo que los clientes puedan ver, porque se convierte en una especie de monumento conmemorativo para ellos". Esta semana, dice que está deseando ver a clientes habituales y nuevos en el primer evento flash de Mayan Ink del viernes 13, en el que espera retribuir a los residentes locales y ofrecer a amigos y cónyuges piezas a juego inquietantemente festivas.
Del mismo modo, a través de flashes festivos y versiones modernas de imágenes intemporales, González y sus clientes encuentran un sentido compartido de apreciación estética y simbólica de las piezas entintadas y, al hacerlo, las impregnan de significado personal. "Aunque elijo las imágenes en función de mi gusto personal, siempre hay gente que conecta con ellas por sus propios motivos", explica. "No se están tatuando mis historias; en realidad se están tatuando las suyas".