Una lente absurda: Esperando a Godot
Un absurdista considera que la existencia de la humanidad es un mero objeto de burla, ya que sus admirables pero infructuosos intentos de crear un significado en un mundo sin sentido resultan estar fuera de lugar en el universo disfuncional. Aunque esta contención contra la ausencia de sentido nunca cesa, puede aliviarse con diversiones; no obstante, la ausencia de tales diversiones puede causar desesperanza. El entorno inmutable al que están expuestos Vladimir y Estragón en Esperando a Godot, de Samuel Beckett, refleja un camino cíclico de la vida; su incapacidad para huir de su desolado entorno agrava su abatimiento con la esperanza de aliviar su fútil espera; y su sufrimiento provoca el malestar primario de los hombres en los intentos infructuosos de encontrar un sentido en el sinsentido.
Vladimir y Estragón no sólo se vuelven locos al estar presos en el mismo entorno de rocas desoladas y un pantano sin vida, sino que también se genera una sensación de inutilidad a la que ambos se entregan periódicamente. El pesimismo cínico de Vladimir es más evidente cuando cuestiona su capacidad de escapar. Sus dudas paranoicas sobre la posibilidad de encontrar la salvación son, en gran parte, el resultado de las numerosas decepciones que les han mantenido en su misma situación desesperada. Los dos acaban admitiendo que tienen pensamientos suicidas, y la manera despreocupada en que discuten sobre quién debe morir primero revela una total resignación a cualquier posibilidad de salvación en ese mismo momento, ya que ni siquiera se consideran otras opciones.
La última decisión de Vladimir y Estragón de posponer el suicidio para ver si Godot llegaba al día siguiente demuestra la delgada línea que les impide quitarse la vida por desesperación y desconfianza en la esperanza. Su fallo fundamental es su negativa a aceptar sus circunstancias tal y como son y, en cambio, imaginarlas como un dilema pasajero. Falla porque su fracaso les sirve de recordatorio de su inutilidad, lo que añade un insulto a la herida y desencadena la desesperación y los sentimientos suicidas en sus cerebros ya irracionales e impulsivos. Se resisten, disputan, vagan, todo ello en un esfuerzo por escapar de su existencia circular. El rechazo del destino en favor de una esperanza chisporroteante para escapar del sinsentido cotidiano impide a la humanidad encontrar el consuelo que tan desesperadamente busca, y las consiguientes decepciones por la fragilidad de la esperanza la hacen caer en un abismo de desesperación. Aquí, los dos protagonistas captan perfectamente la condición humana.
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Una yuxtaposición permanente que el deseo de cambio plantea a la permanencia de la realidad, comparable a la búsqueda de significado en un mundo absurdo y sin sentido. Los intentos de encontrar un sentido se convirtieron en el eje central de la burla del mundo a la humanidad, y ante esa burla, el optimismo se desvanece. En consecuencia, uno puede descender a la irracionalidad, la impulsividad, la desesperación y el desconcierto. La humanidad puede adquirir la paz mental que Vladimir y Estragón intentaron reunir con su continua expectación por la llegada de Godot en su entorno inmutable y estéril sólo aceptando el universo inmutable, cíclico y sin sentido.