Algunas de las bailarinas de ballet más prestigiosas del mundo están listas para la huelga

El 6 de febrero, la dirección del American Guild of Musical Artists (AGMA) y los bailarines y directores de escena del American Ballet Theatre, una de las compañías de ballet más prestigiosas del mundo, votaron a favor de autorizar una huelga, con un 95,6% de votos a favor de la acción.

En 2006, la compañía fue reconocida como "Compañía Nacional de Ballet de Estados Unidos" por una ley del Congreso. Cuenta con estrellas del ballet de fama mundial en todas las filas de la compañía, desde la fuerza estelar de solistas y principales hasta la precisa excelencia del cuerpo de baile, el conjunto de bailarines que bailan en grupo y son la columna vertebral del ballet. El American Ballet Theatre (ABT) tiene un largo legado como compañía estimada, y lo que atrae al público a los teatros es el calibre -y el trabajo- de los bailarines. Basmagy dice que ha dedicado tiempo a responder a personas que habían comentado que cancelarían entradas o donativos a la compañía, insistiendo en que quieren y necesitan el apoyo del público.

"Nos han dicho: 'Entendemos que sois parte integrante de la empresa'", añade Basmagy. "Es como: 'No, no, nosotros somos la empresa'".

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Según la AGMA, sólo alrededor del 30% de los artistas del American Ballet Theatre obtienen de su salario unos ingresos suficientes para mantenerse. Siguen siendo necesarios cambios estructurales en el ballet, donde persisten desigualdades sistémicas de clase, raza, género y accesibilidad. El voto de autorización de la huelga subraya que los bailarines son artistas, pero también trabajadores; su trabajo aporta valor a una compañía, y están unidos para garantizar que la compensación y el bienestar en el lugar de trabajo lo reflejen mejor.

Para los trabajadores que hacen posible las representaciones, eso no se sostiene. "El amor al arte no me va a pagar el alquiler ni la comida", dice Basmagy. Añade que las decisiones, como por ejemplo si alguien se queda fuera de un ballet, pueden tomarse por correo electrónico, "así que cuando se trata de sus necesidades, toman ese lado: 'Vale, esto es un negocio', pero cuando se trata de nuestras necesidades, es por amor al arte".

"Cuando no te tratan como a un empleado valioso, te quitan la pasión y la alegría que te llevaron a la profesión", dice Katie Williams, solista. Williams siempre iba "más allá", dice, buscando formación externa y "haciendo todo lo que podía para mantenerme en el arte", y todo ello lo pagaba de su bolsillo, añade.

A lo largo de sus más de 15 años en la empresa, Williams dice que ha oído constantemente la frase "Así es como siempre lo hemos hecho", y señala que el cambio tiene que ser sistémico, y un cambio de prioridades: "Creo que ese dicho está muy manido, y simplemente no funciona", dice. "Es hora de una nueva forma de pensar, y tenemos que formar parte de ella".

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Williams también señala que la empresa tiene un contrato de 36 semanas en lugar de las 40 habituales, lo que significa que son menos las semanas que cobran de la empresa.

En el Estado de Nueva York es muy difícil cobrar el paro, dice Williams, y los bailarines que no tienen derecho a él por su condición de inmigrantes ni siquiera tienen esa opción. (Los bailarines reciben prestaciones de empleo suplementarias de 300 dólares semanales durante las semanas de despido a través de su contrato sindical, según AGMA). "Mucha gente se endeuda durante el verano, independientemente de lo que haya ahorrado mientras trabajaba, porque es imposible ahorrar lo suficiente para poder mantenerse con esa pequeña cantidad", explica Williams.

Convertirse en representante sindical y ver el lado empresarial fue valioso, dice Williams, señalando que la compañía ha funcionado sin director general desde que Janet Rollé dimitió en junio después de 17 meses. Pero sin bailarines ni directores de escena, la compañía no puede montar un espectáculo. "Algo que sigue surgiendo es la idea de la dignidad", dice Williams. "Tener dignidad en uno mismo al decir: 'He trabajado toda mi vida para esto, desde que tenía tres años, y merezco poder mantenerme económicamente para seguir haciendo lo que me gusta'".

Woods afirma: "Queremos que el ABT sea líder del sector en todo el espectro de la salud, la seguridad y el bienestar de los artistas y, artísticamente, en el trabajo que estamos haciendo". Han visto cómo se producía este ajuste de cuentas en todas las artes, incluida la industria teatral.

Recientemente, los bailarines del Dance Theatre of Harlem firmaron tarjetas para formar un sindicato y afiliarse a la AGMA, y los reportajes de Dance Magazine han explorado un posible "boom sindical" en el mundo de la danza. La autora Chloe Angyal, en Turning Pointe: How a New Generation of Dancers Is Saving Ballet From Itself, examina la necesidad de que los bailarines estén sindicados y los problemas sistémicos que los sindicatos del mundo del ballet aún no han sido capaces de resolver. El libro de Angyal señala que "los sindicatos también ofrecen protección a los primeros bailarines, que son más baratos de contratar y suben más al escenario que los veteranos".

Los propios bailarines se plantean cómo los esfuerzos actuales por conseguir lugares de trabajo más equitativos y sostenibles podrían repercutir en las generaciones futuras. Dice Basmagy: "Esta nueva ola de bailarines y directores de escena más jóvenes que llegan, es ese grupo que dice: 'No, merezco estar haciendo esto, valgo la pena haciendo esto, y debería recibir estas cosas a cambio de la compañía para la que trabajo' Sólo quieres que sea mejor para la gente después".