Entré en 15 escuelas y tengo ideas sobre la sentencia del Tribunal Supremo sobre discriminación positiva
Me enorgullece haber terminado recientemente mi primer año en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, una de las dos universidades implicadas en las recientes sentencias del Tribunal Supremo que anularon la discriminación positiva. Como estudiante negra que se ha beneficiado de la discriminación positiva, soy la prueba viviente del poder de estas políticas. No soy una excepción, sino uno de los muchos estudiantes cuyas vidas se han visto transformadas por la oportunidad de aprender en un entorno diverso. La decisión del Tribunal Supremo amenaza el futuro de estas historias inclusivas.
Hace un año, me uní a las legiones de estudiantes de último curso de secundaria que navegan por el complejo terreno de las solicitudes universitarias. Tras solicitar plaza en 15 universidades -desde las locales, como la Universidad de Alabama en Birmingham, hasta instituciones prestigiosas, como la Universidad de Harvard-, tuve la suerte de recibir la aceptación de las 15 y becas al mérito de 11, por un importe total de más de 2 millones de dólares.
Conocí de primera mano el poder de las narrativas diversas después de compartir mi experiencia de admisión a la universidad en TikTok. El vídeo obtuvo 9,7 millones de visitas. Lo más gratificante fueron las docenas de estudiantes que se pusieron en contacto conmigo para contarme cómo mi viaje les había inspirado a luchar por sus propios éxitos en el ciclo de solicitudes del año siguiente.
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Sin embargo, también recibí varios comentarios sobre mi vídeo en los que se menospreciaban mis logros: "Sí, porque a los negros no se les exige que trabajen y estudien tanto. Entran por su color. Si fuera blanco, no habría entrado". Cegados por ideas erróneas sobre las políticas de discriminación positiva, algunos atribuyeron mi éxito más a mi raza que a mis logros. Algunos atribuyeron mi éxito más a mi raza que a mis logros, como ser el mejor alumno del instituto más grande de Alabama, participar en el programa de televisión Jeopardy y ser capitán del equipo de fútbol de mi instituto.
En mi instituto, donde más del 27% de los estudiantes eran negros, yo era el único varón negro en las siete clases de Advanced Placement de mi último año. En la UNC, en cambio, he tenido el privilegio de aprender en aulas diversas. Nuestro variado y vibrante alumnado, en el que confluyen experiencias y orígenes únicos, ha enriquecido enormemente mi experiencia educativa. Pero esta diversidad no es accidental. Es el resultado de políticas intencionadas diseñadas para garantizar que nuestro alumnado refleje la rica y diversa población de Carolina del Norte.
Al pronunciarse en contra de las admisiones en función de la raza, el Tribunal Supremo ha respaldado implícitamente la ilusión de un sistema meritocrático de admisiones universitarias. La realidad es que este proceso favorece intrínsecamente a los solicitantes blancos más ricos debido a políticas como las admisiones heredadas y las desigualdades educativas estructurales. Por ejemplo, tanto las puntuaciones del SAT como el contenido y el estilo de los ensayos están estrechamente relacionados con los ingresos familiares.
Los datos de un documento de 2019 de la Oficina Nacional de Investigación Económica revelaron que el 43% de los estudiantes blancos aceptados en Harvard fueron atletas reclutados, estudiantes de legado, hijos de profesores y personal, o en la "lista de interés" del decano (aquellos con familiares que habían hecho donaciones a Harvard). Además, se descubrió que un sorprendente 70% de los solicitantes heredados de Harvard eran blancos. En la UNC existe un historial de exclusión similar, ya que la universidad practica la admisión por legado, pero no admitió a sus primeros estudiantes negros hasta 1955, una época en la que estos estudiantes negros ni siquiera tenían legalmente los mismos derechos civiles y de voto que sus compañeros. La flagrante paradoja de un sistema de admisiones que mantiene la desigualdad al tiempo que obstaculiza los esfuerzos por rectificarla plantea un reto importante a nuestra búsqueda de unas admisiones justas y equitativas.
También es crucial destacar que las disparidades raciales existen independientemente de la situación socioeconómica. Las investigaciones de Opportunity Insights, un instituto político no partidista de la Universidad de Harvard centrado en la mejora de las oportunidades económicas, revelan que incluso cuando los niños crecen en el mismo barrio con padres con ingresos similares, los niños negros experimentan una movilidad económica peor que los niños blancos en el 99% del país. Aunque tanto los niños negros como los blancos obtienen mejores resultados en las zonas de baja pobreza, las diferencias entre blancos y negros son aún mayores por término medio en estos barrios, lo que demuestra el impacto único pero poderoso de la raza en la movilidad.
Puede que la discriminación positiva no sea perfecta, como demuestran los propios prejuicios de los responsables de admisiones, pero es crucial que las escuelas tengan la oportunidad de tener en cuenta la raza a la hora de crear un alumnado diverso. Es imposible ser daltónico en las admisiones cuando nuestra nación no lo es en la disciplina académica, en la movilidad social, en las tasas de encarcelamiento, en los logros académicos, en los hospitales, ni en su historia ni en su presente.
Los jóvenes de las minorías de hoy luchan no sólo por la admisión en la universidad, sino por el reconocimiento de nuestra valía, nuestras luchas y nuestro potencial. Abogamos por un futuro en el que nuestros hijos no tengan que defender su derecho a existir en espacios diversos. La decisión del Tribunal Supremo de anular la discriminación positiva es un testimonio inquietante de los valores contemporáneos de nuestra nación.
Aun así, seguiremos compartiendo nuestras historias, desafiando ideas erróneas y luchando por un sistema educativo más inclusivo y equitativo. Seguiremos esperando y trabajando para que llegue el día en que las escuelas y universidades de nuestro país reflejen la rica diversidad de nuestra propia nación.