Frankenstein: La encarnación de la responsabilidad y la ambición

Frankenstein: La encarnación de la responsabilidad y la ambición

La humanidad tiene múltiples luchas: las luchas entre la vanidad y la capacidad, las contiendas entre el deseo y la realidad y, sobre todo, el equilibrio entre la ambición y la responsabilidad. Las ambiciones pueden surgir de distintas formas; pueden ser de motivos materialistas o intelectuales. En la novela Frankenstein, Mary Shelley transmite la necesidad de equilibrar la adquisición de conocimientos y su naturaleza destructiva si no se contiene. Esto queda reflejado en el intento obsesivo e irresponsable de Frankenstein de acceder a los secretos de la vida, que condujo a la creación de una criatura cuyas acciones destructivas hicieron que Frankenstein se arrepintiera de ser la causa indirecta de la muerte de sus seres queridos.

El equilibrio entre la ambición y la responsabilidad está en el corazón de Frankenstein, tomado en la forma de la búsqueda del conocimiento. La comparación de Frankenstein con Satanás, "el arcángel que aspiraba a la omnipotencia", pone de manifiesto la grandiosidad de los deseos de Frankenstein (Shelley 194). La narración, por otra parte, muestra que la ambición no es suficiente para generar el mal. Walton se presenta como una figura con tanta ambición como Frankenstein, pero decide dejar de lado su ambición por el bien de su equipo. El verdadero error que comete Frankenstein es que prioriza su ambición intelectual sobre su responsabilidad hacia los demás, incluyendo a Justine y a la criatura que ha creado. La falta de responsabilidad para contener la búsqueda del conocimiento o cualquier forma de empeño ambicioso, engendra el desequilibrio del deseo y las obligaciones de la humanidad, sembrando las semillas de los malos fines.

El desprecio por la responsabilidad produjo falsas acusaciones sobre Justine y condujo a su encarcelamiento y eventual muerte. Al final, Frankenstein se arrepintió de haber hecho de su ambición de conocimiento un depósito sin medir, ya que fue la causa indirecta de las muertes, al ser el creador del asesino. Frankenstein se dio cuenta de que era un instrumento en el sufrimiento de los demás, ya que sin su búsqueda de conocimiento y la creación del "monstruo", Justine y William habrían seguido vivos. Sin embargo, su arrepentimiento no fue del todo exhaustivo en el sentido de que su creación no fue en realidad lo que causó los asesinatos: lo hizo la ignorancia de su creación. La irresponsabilidad de Frankenstein a la hora de cuidar de su creación provocó el sufrimiento de sus seres queridos, así como del producto de su éxito intelectual: la criatura: "Créeme, Frankenstein: Yo era benévolo, mi alma brillaba de amor y humanidad: pero ¿no estoy solo, miserablemente solo? Tú, mi creador, me aborreces; ¿qué esperanza puedo recoger de tus congéneres, que no me deben nada? me desprecian y me odian" (Shelley 69). Las palabras de la criatura revelaban un carácter complejo más que una simple monstruosidad nacida con una turpidez innata: revelaba cómo su creador encendía su creciente depravación al colocarlo en un completo desamparo. Frankenstein creó al monstruo para saciar su sed de conocimiento, pero al final, la criatura sufrió por su falta de orientación. Esto demuestra especialmente la trágica consecuencia de una inquisición demasiado apasionada del conocimiento y el marcado contraste de la negligencia hacia el producto de esa búsqueda intelectual.

La novela Frankenstein de Mary Shelley destaca la importancia de conciliar la adquisición de conocimientos con su tendencia mortal si no se controla. El afán de Frankenstein por desentrañar los secretos de la vida, aunque negligente, condujo a la formación de una criatura cuyos actos devastadores provocaron el remordimiento de Frankenstein por haber causado inadvertidamente la muerte de sus seres queridos. El conocimiento y su búsqueda son una de las formas de ambición y logros de la humanidad, pero si se deja en llamas de ardor e irresponsabilidad sin control, todas las luchas serán en vano ante las consecuencias que se produzcan. La adversidad, ya sea mental o física, personal o interpersonal, atormentará a los Frankensteins, los ambiciosos pero irresponsables de la sociedad humana.

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