La psicología del uso de un planificador
El primer día de clase era siempre idéntico cada año. Los profesores se presentaban mientras los alumnos, bien vestidos, hacían como que escuchaban, tanteando el nuevo programa de estudios añadido a su pila.
De niño, esperaba con ansias el primer día, pero había una tradición que nunca entendí: la distribución de las agendas de los estudiantes.
Confundida, hojeaba el libro barato de plástico con poca intención de utilizarlo. Mi nueva agenda acababa inevitablemente en el fondo de una papelera. Ahora me doy cuenta de lo absurdo que era. Lo que no sabía era que la psicología de una agenda la convierte en una herramienta maravillosa por muchas razones.
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Está comprobado que los planificadores ayudan a los estudiantes a recordar información vital, a producir trabajos de mayor calidad y a desarrollar habilidades de planificación a largo plazo.
Está demostrado que escribir la información hace que sea más fácil de recordar. Esto se debe a que "la combinación de habilidades motoras, sensación táctil y percepción visual de la escritura refuerza el proceso natural de aprendizaje" (Hauser).
Cuando los estudiantes utilizan sus agendas en lugar de un calendario digital, el proceso táctil de la escritura hace que sea más fácil recordar la información, lo que disminuye el estrés y aumenta las calificaciones. Además, las agendas son útiles cuando los estudiantes no recuerdan los detalles, porque actúan como una pista visual para la memoria.
Todos estos recordatorios ayudan a ahorrar tiempo que puede utilizarse en las tareas, lo que permite realizar un trabajo de calidad. Esto, a la larga, conduce a mejores notas en la escuela, lo que significa que la psicología del uso de un planificador es real. De hecho, una encuesta reciente demostró que "el 87% de los estudiantes dicen que una mejor gestión del tiempo y habilidades de organización les ayudaría a obtener mejores notas" (Rp news wires).
Puedo afirmar por experiencia propia que esto es cierto. Antes de utilizar planificadores, me sentaba en la mesa de la cocina, lista para hacer los deberes, y me olvidaba de las tareas que tenía que completar. Entonces perdía el resto de mi tiempo preocupándome por las tareas misteriosas, completamente bajo el poder del efecto Zeigarnik. Sólo me acordaba de mis preciados deberes en el último momento, y garabateaba respuestas lamentables con la esperanza de completarlos.
Todo esto cambió con un planificador. Ahora sé lo que tengo que hacer con mucha antelación y puedo dedicar tiempo a hacerlo lo mejor posible.
Por último, utilizar una agenda puede ser una puerta de entrada a una vida organizada. Después de unos dos meses de repetir una acción, el cerebro humano la convierte en un hábito.
Si los alumnos utilizaran sus agendas de forma sistemática durante los dos primeros meses de clase, esta beneficiosa forma de organización pronto se convertiría en algo natural para ellos. Estos buenos hábitos desarrollados en la escuela secundaria continuarían en la universidad y más allá, formando un estilo de vida saludable y organizado.
Casi todas las carreras requieren algún tipo de capacidad de organización, desde un artista hasta un científico de cohetes. ¿Por qué no desarrollar esas habilidades ahora? Los estudiantes del futuro agradecerán a su pasado el haber comenzado este estilo de vida a tiempo. La mejor manera de hacerlo es con un planificador.
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Obra citada