Pensamiento crítico en la era de la cultura de la cancelación.
No es algo de lo que suela hablar aquí, ya que me centro sobre todo en cuestiones relacionadas con la justicia penal, pero sí de algo que es tangente a la justicia penal en muchos sentidos: la cultura de la cancelación.
La cultura de la cancelación ha adquirido demasiada importancia en los tiempos que corren. Aunque al principio servía para exigir responsabilidades, ahora es contraproducente y sólo reparte castigos demasiado duros e innecesariamente precipitados.
No deja espacio para la opinión individual, confiando en el apoyo de las masas para fomentar aún más la "anulación" del tema en cuestión. Fomenta una mentalidad de rebaño que desalienta la perspectiva, uno de los conflictos más peligrosos de la sociedad actual.
Cancelar la cultura en la era moderna
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En mis clases de secundaria e incluso en un contexto mucho más amplio, la alfabetización y las habilidades de pensamiento crítico parecen estar cayendo en picado debido a lo que considero una falta de pasión. Esta falta de pasión puede atribuirse a la fuerza abrumadora de la cultura de la cancelación: al condenar el pensamiento individual, la cultura de la cancelación impide que los adolescentes creen sus propias opiniones, sus propias líneas de razonamiento y, en última instancia, sus propias pasiones.
Lleva a los estudiantes a ser indecisos e indiferentes a los problemas que les rodean, un atributo que es perjudicial para cualquier esfuerzo de reforma. La cultura de la cancelación permite a los estudiantes esconderse dentro de un grupo en lugar de asumir la responsabilidad de sus pensamientos, por lo que también permite a los estudiantes decir que ciertas cuestiones no les conciernen como individuo, y no requieren que tomen una posición.
Esta ignorancia es la que crea adolescentes sin pasión ni ambición, demasiado temerosos de tomar partido y formarse una opinión por sí mismos. En la era de la opinión común, el razonamiento individual se ha vuelto irrelevante.
Participar en una conversación seria sobre un tema es imposible, ya que algunas opiniones se consideran aceptables mientras que otras se consideran criminales. Sin embargo, si no podemos tener en cuenta pensamientos de ambos lados del espectro, ¿estamos evaluando realmente todos los ángulos de una cuestión?
Tener pasión es lo que impulsa la reforma: si a nadie le importa un tema, nadie provocará el cambio. Como hoy en día no se espera que los adolescentes se formen su propio pensamiento, hay un declive de la pasión orgánica que contribuye a un declive en la toma de decisiones.
Decisiones sobre qué postura adoptar en determinados temas, decisiones sobre cómo enfocar los conflictos, decisiones sobre si una cuestión tiene o no matices o es simplemente blanco o negro... decisiones que obligan a considerar los temas con ideologías diversas.
Un aula sin emociones, un grupo sin pasión y una sociedad indiferente son los mayores inhibidores del cambio social, ya que empujan a la autocomplacencia en lugar de a la progresión.
En lo que respecta a la justicia penal, muchos de los adolescentes de hoy en día tendrían demasiado miedo de decir que los presos también son humanos; decir que alguien que ha cometido fechorías aún puede merecer un trato justo es controvertido, y a menudo un tema del que no se habla.
Nuestra generación tiene cada vez más miedo a los problemas graves y, como consecuencia, limitamos nuestra capacidad de introducir nuevas soluciones.
No se trata simplemente de si un asunto te afecta a ti, personalmente, o de si todo el mundo piensa una cosa mientras tú piensas otra; la capacidad de ser asertivo es muy escasa y debe priorizarse, ya que ser autosuficiente en tu forma de pensar es el primer paso para desencadenar el cambio.