Por qué el horario escolar por bloques es una mala idea

Por qué el horario escolar por bloques es una mala idea

Imagina que faltas a clase un día porque estás resfriado; de repente, es como si hubieras faltado dos días, y tu clase está ahora muy adelantada. Este escenario capta la esencia de la programación por bloques, un sistema que reimagina la jornada escolar tradicional organizando las clases en bloques de tiempo más amplios. Concebido por primera vez por J. Lloyd Trump en 1959, el horario por bloques pretendía "eliminar" los horarios rígidos e introducir flexibilidad. Hoy en día, sus defensores abogan por aumentar el tiempo individualizado, reducir los deberes y centrarse más en las materias básicas. Sin embargo, tras estas ventajas se esconden posibles inconvenientes, sobre todo para los alumnos de asignaturas como Matemáticas, Historia o Ciencias, donde la continuidad es importante. Para quienes tienen problemas de atención o de gestión del tiempo, el horario por bloques puede plantear retos importantes.

La primera razón principal por la que deberíamos reconsiderar la programación por bloques es su impacto en la continuidad. En este sistema, los profesores sólo tienen la mitad del año para cubrir sus asignaturas, lo que se traduce en periodos de clase que duplican su duración (de 45 minutos a 90). Aunque los periodos más largos pueden parecer ventajosos, conllevan desafíos.

Con la información a rebosar, los profesores se encuentran a menudo con que van a toda velocidad en sus clases. Los alumnos que ya tienen dificultades para seguir el ritmo pueden encontrarse abrumados. La ampliación del tiempo de clase no se traduce necesariamente en una comprensión más profunda, sino que puede llevar a una cobertura superficial.

Además, el horario por bloques altera el ritmo diario de aprendizaje. Si un alumno falta un día, está perdiendo el equivalente a casi dos días en comparación con el horario tradicional de 45 minutos de clase. Esta falta de refuerzo diario afecta a la retención y la comprensión.

A continuación, retrasarse sin perder un solo día es una preocupación real. Los alumnos que tienen dificultades para asimilar conceptos pueden perder la confianza en sí mismos y sentirse incapaces. El sistema, inadvertidamente, pone todo en contra de su capacidad de aprendizaje.

Por último, cabe mencionar qué ocurre si alguien se salta durante un año una asignatura esencial, como matemáticas, inglés o ciencias. El alumno aprenderá durante dos semestres medio bien. Pero en el momento en que dejan de tomar la clase, olvidan gradualmente la información. Cuando pasas un año entero sin estudiar, pierdes muchos de los conocimientos que habías adquirido. Cuando por fin vas a la siguiente clase, que se supone que se basa en la que apenas recuerdas, es natural que te cueste seguir el ritmo.

En definitiva, aunque la programación por bloques pretende aportar beneficios, su impacto en la continuidad puede obstaculizar un aprendizaje eficaz. Un enfoque sostenible debe equilibrar la flexibilidad con un refuerzo coherente, algo que la programación por bloques no consigue.

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