Ariadna: La historia jamás contada

Ariadna: La historia jamás contada

La ingenua y lamentable princesa Ariadna de Creta, que se enamoró tan perdidamente del príncipe Teseo de Atenas que le ayudó a escapar de las mortales fauces del Minotauro, sólo para ser abandonada en una isla desierta.

Ésa es a menudo la historia que se asocia con la princesa cretense. Durante siglos, el relato de Teseo fue el único que se contó, una y otra vez. Sin embargo, Ariadna, la novela de la autora Jennifer Saint, ofrece a los lectores una nueva versión del famoso mito griego desde una perspectiva totalmente nueva.

Al abordar temas como las relaciones, el patriarcado y el feminismo, Saint no se detiene a la hora de criticar el claro desequilibrio de género y la representación sesgada no sólo de Ariadna, sino de la mujer en su conjunto en la mitología antigua. Desde la perspectiva de los hombres caucásicos, las mujeres parecían aparecer en los mitos como seres sumisos y amables cuyo único propósito era tener hijos y elevar a sus maridos a un pedestal superior. Por otra parte, la santa martillea el aspecto más común de todos los mitos griegos, como dice Ariadna, "una verdad de la feminidad: por muy intachable que fuera la vida que llevaban [las mujeres], las pasiones y la codicia de los hombres podían llevarlas a la ruina, y no había nada que [ellas] pudieran hacer" A través de sus éxitos y fracasos, Ariadna muestra la verdadera naturaleza independiente y de voluntad fuerte de las mujeres, sin la naturaleza codiciosa y egocéntrica de los hombres para reprimirlas.

Además, en lugar de restar importancia y endulzar el sexismo arraigado en la sociedad antigua, Saint se asegura de que la omnipresente desigualdad de género se vea y se oiga a lo largo de toda la novela. Tanto Ariadna como su hermana Fedra son educadas en la idea de que sufrir en lugar de los hombres es parte natural de la feminidad y, al final, es este sufrimiento el que las lleva a la perdición.

Santa también aborda el concepto de maternidad. Al principio de la historia, revela que la madre de Ariadna, la reina Pasífae, fue llevada a la locura como castigo a su padre, el rey Minos. A causa de esta locura, Creta no sólo pierde a su reina, sino que Ariadna y Fedra pierden a su madre. Convertida en una sombra de lo que fue, Pasífae es incapaz de dar a sus hijas el cariño y el apoyo que necesitan. Mientras luchan solas por la vida, Santa recuerda a los lectores lo valioso que es tener una figura a la que recurrir en tiempos de lucha.

Al dar voz a los que no la tienen, Saint sigue allanando el camino para arrojar luz sobre todas las heroínas anónimas de la mitología griega. Ariadna sirve de hermoso recordatorio al mundo de que detrás de cada héroe masculino hay un equipo de mujeres autosuficientes, cuyas historias a menudo no se cuentan. Como dijo la propia Ariadna: "No dejaré que un hombre que no conoce el valor de nada me haga dudar del valor de mí misma".

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