Los esfuerzos en materia de diversidad, equidad e inclusión deben incluir la discapacidad
En los últimos años ha aumentado la concienciación, en las escuelas y en otros lugares, en torno a cuestiones relacionadas con la diversidad, la equidad y la inclusión. Este esfuerzo es muy importante porque significa que por fin estamos abordando una larga historia de desatención a las contribuciones y luchas de los grupos marginados y replanteándonos actitudes y suposiciones comunes sobre raza, etnia y género. Sin embargo, aunque ha habido muchos avances positivos, hay un grupo que tiende a quedar al margen de estas conversaciones: las personas con discapacidad.
Nací con una pérdida auditiva severa en el oído izquierdo. Al crecer, tuve que utilizar audífonos y otras tecnologías de apoyo, lidiar con problemas de procesamiento auditivo, participar en logopedia y desenvolverme en situaciones difíciles e incómodas. Había técnicas para ayudarme a oír y hablar mejor y recursos para ayudarme a aprender, pero no había ninguna estrategia para ayudarme a encajar, algo que es inmensamente importante para todos los niños que formamos la imagen que tenemos de nosotros mismos. Ningún niño quiere ser "el otro", todos quieren ser "normales", pero mientras por fin enseñamos a los niños a no ver a las personas de otros orígenes como "otros", ¿cómo ayudamos a las personas con discapacidad a sentirse "normales" cuando la sociedad define la discapacidad como una anormalidad?
Encajar es el corazón de la inclusión. La razón por la que, como sociedad, intentamos mejorar nuestra forma de pensar y de hablar sobre cuestiones como la raza, la etnia y el género es que nuestras viejas formas de pensar han dado lugar a que se maltrate a las personas y se institucionalicen barreras al éxito para los miembros de grupos marginados. Los miembros de esos grupos no sólo han sufrido por ser discriminados, sino también por haber sido etiquetados y subestimados.
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Para las personas con discapacidad, estas experiencias son demasiado familiares. Yo crecí siendo "la niña a la que no le funcionan bien los oídos", a la que aconsejaban ir a un colegio de necesidades especiales y a la que advertían de que aprender un idioma nuevo es difícil para los alumnos con pérdida auditiva. Que conste que acabé estudiando dos idiomas en secundaria, latín y español. Escuchar atentamente los sonidos me ayudó en esas asignaturas.
Un momento que nunca olvidaré fue cuando me enviaron al pasillo para que mi profesor probara mi nueva unidad FM, un dispositivo que me ayudaba a oír mejor en clase. Mi profesor involucró a toda la clase en la actividad. Sé que mi profesor pensó que convertirlo en un juego lo normalizaría, pero tuvo el efecto contrario: me sentí aún más aislado y diferente. Estas experiencias me llevaron a ser muy introvertido durante muchos años.
Este problema es algo que vemos a menudo en los esfuerzos por abordar el racismo y el sexismo. Las personas bienintencionadas creen que sus buenas intenciones son suficientes, cuando en cambio pueden dar lugar a microagresiones y señales sutiles que etiquetan a los demás como diferentes. La mejor estrategia para superar este problema es escuchar a los miembros de los grupos marginados y centrarse en sus perspectivas en lugar de imponerles soluciones. Este cambio debería producirse con las personas que luchan contra la discapacidad, al igual que ha ocurrido con las personas de otros grupos marginados.
Las escuelas deberían ofrecer cursos de ASL como una opción lingüística como el francés o el español. La enseñanza sobre la cultura y la historia de los sordos sería importante. Además, los profesores y administradores escolares deberían ayudar a los alumnos con discapacidad a sentirse realmente parte de la comunidad escolar. Los padres que enseñan a sus hijos a aceptar y respetar las diferencias deberían asegurarse de incluir a las personas con discapacidad en esa lista. Creo que una combinación de estos esfuerzos es la única forma de que la gente empiece a tratarse de forma realmente integradora.